martes, 15 de mayo de 2012

"MÉRCATE A OTRO, GUAPA"


Ángela tenía un grave problema. En su trabajo estaba irascible a todas horas, digamos que indignada con todo el mundo exterior al suyo.
El aliciente de la comodidad, el dinero y la quimera de ostentar un poder que no le pertenecía, sacaba de su interior a la persona que verdaderamente era.
Sí, era una persona disonante que disfrazada de hada madrina, no llegaba a la mínima categoría de bruja mala. Se encontraba entre dos aguas, tocaba fondo pero sin certeza de a que orilla pertenecía; y a la vez que procuraba engañar, percibía como ella misma era engañada también.
No quería tolerar en sí el abuso y acoso que ejercía en los demás, provocando constantemente situaciones molestas para quién menos las merecía. Perdió su poder cuando sintió una espalda muy cerca de su cara, la sonrisa de un juez sin toga y la presencia de una verdadera bruja mayor.
Ni que decir tiene que Ibáñez, el eterno paciente, pagó las consecuencias y los platos rotos. Su gran paciencia no gusto nada a Ángela, él lo notó respondiendo sin palabras y de esta inteligente manera: 
“Los platos, daban igual si se rompían cuando no había manjar que servir en ellos.” –dijo Ibáñez sin decir.
Ángela acabó en llantos propios de una mujer mal “sexualizada”